2/10/2025

Omega-3: beneficios y evidencia clínica

Hoy en día, hablar de Omega-3 es casi obligatorio si mencionamos salud metabólica, inflamación, articulaciones o incluso embarazo. Pero, ¿sabemos realmente para qué sirve, cuándo tiene sentido suplementarlo y cuáles son los riesgos de hacerlo sin control?

Hoy en día, hablar de Omega-3 es casi obligatorio si mencionamos salud metabólica, inflamación, articulaciones o incluso embarazo. Pero, ¿sabemos realmente para qué sirve, cuándo tiene sentido suplementarlo y cuáles son los riesgos de hacerlo sin control?

No se trata de recomendar por recomendar, sino de entender el contexto de cada persona. Porque el Omega-3 puede ser una herramienta poderosa… o innecesaria.

En este artículo quiero ayudarte a comprender qué es exactamente el Omega-3, cuáles son sus beneficios reales según la evidencia científica más reciente, qué precauciones debes tener en cuenta y cómo elegir un suplemento de calidad si realmente lo necesitas.

¿Qué es el Omega-3 y por qué es esencial?

El Omega-3 es un tipo de grasa poliinsaturada esencial. Esto significa que nuestro cuerpo no puede producirlo por sí mismo, así que debemos obtenerlo a través de la dieta o la suplementación.

Existen varios tipos de Omega-3, pero los que tienen mayor relevancia clínica son el EPA (ácido eicosapentaenoico) y el DHA (ácido docosahexaenoico). Ambos están presentes en pescados azules como el salmón, el atún o las sardinas, así como en algunas microalgas. Las personas veganas pueden obtener un precursor vegetal llamado ALA (ácido alfa-linolénico), aunque su conversión a EPA y DHA es muy limitada.

¿La buena noticia? Existen suplementos veganos con EPA y DHA directamente extraídos de microalgas, lo que amplía las opciones para quienes no consumen pescado.

¿Por qué se habla tanto de su suplementación?

En las últimas décadas, el consumo de Omega-6 (otro tipo de grasa poliinsaturada presente en aceites refinados, ultraprocesados y fritos) ha aumentado de forma desproporcionada. El equilibrio ideal entre Omega-6 y Omega-3 debería estar en torno a 3:1. Sin embargo, en muchos países occidentales (como Estados Unidos o incluso España) este ratio ha llegado a ser de 15:1 o más.

Este desequilibrio genera un entorno biológico inflamatorio que afecta negativamente al metabolismo, al sistema cardiovascular y al sistema inmune. Por eso, muchos estudios han centrado su atención en el potencial del Omega-3 como regulador antiinflamatorio y metabólico.

Beneficios clínicamente demostrados del Omega-3

1. Salud cardiovascular

Uno de los efectos más estudiados es su capacidad para reducir los triglicéridos, un marcador vinculado al síndrome metabólico, la resistencia a la insulina y la inflamación crónica de bajo grado. Aunque puede elevar ligeramente el colesterol LDL, lo hace mejorando su tamaño y densidad, reduciendo así el riesgo real de formación de placas de ateroma.

2. Embarazo y desarrollo fetal

Durante la gestación y la lactancia, el DHA juega un papel clave en el desarrollo del sistema nervioso del bebé. Por eso, se recomienda su consumo en mujeres embarazadas o en búsqueda de embarazo, siempre bajo control médico.

3. Control metabólico y prevención de diabetes

El Omega-3 mejora la sensibilidad a la insulina y contribuye a equilibrar la inflamación sistémica. Esto es especialmente útil en personas con prediabetes, síndrome metabólico o en procesos de resistencia hormonal.

4. Articulaciones y sistema musculoesquelético

Muchos protocolos para la salud articular combinan Omega-3 con colágeno, magnesio y glucosamina. ¿El motivo? Su efecto antiinflamatorio ayuda a disminuir el dolor y la rigidez en casos de artritis o desgaste articular.

5. Sistema nervioso y salud cognitiva

La neuroinflamación está detrás de muchas enfermedades degenerativas como el Alzheimer o el Parkinson. Estudios recientes han demostrado que la combinación EPA + DHA puede mejorar la función cognitiva y modular procesos inflamatorios neuronales.

Pero… ¿es todo tan bueno?

No. Y es importante decirlo con claridad.

El Omega-3, como cualquier suplemento, puede tener efectos secundarios. Especialmente en dosis altas o en personas con ciertas patologías. Como suelo decir en consulta, no hay suplemento que compense una vida desconectada del cuerpo.

1. Riesgo de fibrilación auricular

Estudios recientes han detectado un posible aumento del riesgo de fibrilación auricular en personas que consumen más de 2 gramos diarios de Omega-3, sobre todo si ya presentan arritmias previas. Por eso, no se debe superar esa dosis sin supervisión médica, especialmente si hay antecedentes cardíacos.

2. Efecto anticoagulante

El Omega-3 tiene propiedades anticoagulantes, lo que puede ser un problema si estás tomando medicación como warfarina, heparina o ciertos antiagregantes. En estos casos, siempre debe consultarse con el especialista.

3. Suplementación innecesaria

Si llevas una dieta rica en pescado azul, semillas, frutos secos y microalgas, quizá no necesites suplementarte. Una analítica puede ayudarte a saberlo: el índice de Omega-3 (medible con una gota de sangre) debe situarse por encima de 8. Si está por debajo de 6, sí puede tener sentido suplementar.

Cómo elegir un buen Omega-3: no todo vale

Si decides suplementarte, es importante que el producto elegido cumpla con estándares de calidad:

  • Sellos internacionales como IFOS (International Fish Oil Standards) o Friends of the Sea, que garantizan la pureza y ausencia de metales pesados.
  • Complementos antioxidantes como vitamina E, que previenen la oxidación de los ácidos grasos.
  • Buena biodisponibilidad. El aceite de krill, por ejemplo, tiene mejor absorción y menos molestias digestivas, especialmente en personas con problemas de vesícula biliar.

En nuestra práctica clínica solemos recomendar el Omega-3 de Belevels, que cumple con todos estos requisitos de calidad y seguridad.

¿Cuándo está realmente indicado?

No todo el mundo necesita Omega-3, pero hay contextos donde su uso tiene mucho sentido clínico:

  • Mujeres embarazadas o lactantes.
  • Personas con diagnóstico de síndrome metabólico o triglicéridos elevados.
  • Deportistas con alta carga de entrenamiento (estrés oxidativo e inflamación).
  • Pacientes con artritis o dolores articulares persistentes.
  • Personas con deterioro cognitivo leve o antecedentes familiares de enfermedad neurodegenerativa.

La clave está en usarlo con criterio, no por moda.

Un consejo final desde mi experiencia

El Omega-3 puede ser un aliado potente, pero no sustituye al estilo de vida. He visto pacientes que tomaban suplementos de alta gama mientras comían ultraprocesados a diario y dormían mal.

Mi consejo es sencillo: no empieces por la cápsula. Empieza por tu alimentación, por tus ritmos, por tu descanso. Y después, si tu cuerpo lo necesita, elige el suplemento adecuado y bien pautado.

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