17/6/2025

Obesidad y neuroinflamación: cómo se relacionan y cómo combatirlas

Sigues la dieta, haces ejercicio, te esfuerzas… y aun así, la báscula apenas se mueve. Seguro que te ha pasado. La explicación, muchas veces, no está solo en lo que comes o en cuántas calorías quemas, sino en algo más profundo que ocurre dentro de tu cuerpo: en tu cerebro.

¿Te has preguntado por qué a veces perder peso parece casi imposible, incluso cuando haces “todo bien”?

Sigues la dieta, haces ejercicio, te esfuerzas… y aun así, la báscula apenas se mueve. Seguro que te ha pasado. La explicación, muchas veces, no está solo en lo que comes o en cuántas calorías quemas, sino en algo más profundo que ocurre dentro de tu cuerpo: en tu cerebro.

Hoy quiero hablarte de algo que en consulta vemos cada vez con más frecuencia y que puede estar frenando tu progreso sin que te des cuenta: la neuroinflamación. Entender cómo se relaciona con la obesidad puede ayudarte a enfocar tu salud desde otro lugar, con más estrategia y menos frustración.

¿Qué es la neuroinflamación?

La neuroinflamación es un proceso silencioso que afecta al sistema nervioso central. No suele dar fiebre ni un dolor claro, pero sí deja huella: niebla mental, cansancio persistente, cambios de humor, ansiedad, insomnio o dificultades para controlar el apetito.

Lo que ocurre es que ciertas células del cerebro entran en un estado de alerta cuando hay inflamación en el cuerpo. Esta activación constante afecta sobre todo a una zona clave: el hipotálamo, que regula el hambre, el metabolismo, las hormonas… en resumen, casi todo lo que influye en tu peso.

Cuando esta zona está alterada, el cuerpo no responde igual, ni a la comida, ni al descanso ni al esfuerzo físico. Y aquí empieza parte del problema.

¿Cómo se conectan obesidad y neuroinflamación?

Cuando pensamos en obesidad, solemos imaginar la grasa subcutánea (la que se ve). Pero la más problemática es la grasa visceral, la que se acumula en torno a los órganos. Esta grasa no solo estorba; es muy inflamatoria.

Produce moléculas —como citoquinas— que pueden llegar al cerebro, ya sea atravesando directamente la barrera hematoencefálica o activando señales del nervio vago (que conecta intestino y cerebro). ¿El resultado? Inflamación cerebral, sobre todo en regiones que controlan el apetito, la motivación o el gasto energético.

Y entonces empieza el círculo vicioso: más grasa es igual a más inflamación, peor regulación del hambre y más acumulación de grasa. Así, el cuerpo entra en un bucle del que cuesta salir.

La conexión metabólica: cuando la inflamación del cuerpo llega al cerebro

Obesidad y cerebro van de la mano más de lo que pensamos. Condiciones como la resistencia a la insulina, la prediabetes o el síndrome metabólico no solo elevan la glucosa o los triglicéridos: también dañan estructuras neuronales.

¿Cómo? A través de un proceso llamado glicación, que deteriora proteínas cerebrales. Esto se ha visto incluso en enfermedades como el Alzheimer o el Parkinson, donde hay más glicación y más deterioro cognitivo.

Además, cuando hay exceso de grasa abdominal, el sistema inmune libera sustancias inflamatorias como IL-6, TNF-α o interleucina-1 beta. Y sí, estas pueden llegar al cerebro y empeorar aún más el cuadro.

Es por ello que cuántas veces me he encontrado en consulta a personas que una vez inician un plan integral de nutrición, deporte o modulación metabólica y hormonal, me han relatado sus mejoras en los procesos cognitivos, la memoria e incluso en su estatus psicoemocional. Estas mejoras no son casualidad: reflejan que, cuando se reduce la inflamación desde la raíz, el cerebro comienza a recuperar su equilibrio.

¿Cómo se manifiesta la neuroinflamación?

No se detecta con una sola analítica pero hay factores a tener en cuenta:

  • Te cuesta concentrarte o recordar cosas sencillas.
  • Estás cansado/a incluso durmiendo bien.
  • Pasas de la irritabilidad a la tristeza sin motivo claro.
  • Tienes hambre, antojos, ansiedad sin explicación.
  • Haces dieta y ejercicio pero no ves resultados.

Nada de esto es por dejadez o falta de fuerza de voluntad. Es un desequilibrio real en tu sistema nervioso que merece atención.

Un enfoque integrador: reducir la neuroinflamación para tratar la obesidad

Cuando hay neuroinflamación, el cuerpo va a otra velocidad. Por eso, el enfoque no puede ser solo “comer menos y moverse más”. Aquí van algunas estrategias clave que sí marcan la diferencia:

1. Come para nutrir, no para inflamar

Alimentos reales, grasas buenas, verduras, pescados, especias como cúrcuma o jengibre. Evita ultraprocesados, azúcares y grasas trans. No solo por el peso, piensa en tu cerebro.

2. Cuida tu azúcar en sangre

Picos de glucosa son igual a inflamación. Por eso el ayuno intermitente (bien estructurado), moverte cada día y elegir carbohidratos de calidad puede ayudarte más de lo que crees.

3. Duerme mejor

Dormir poco altera tus hormonas y te hace más vulnerable a engordar. Rutinas estables, nada de pantallas por la noche y luz solar por la mañana son pequeñas acciones con gran impacto.

4. Muévete

No todas las personas pueden hacer entrenamientos largos y agotadores, caminar, subir escaleras o estirarte ya ayuda a reducir la inflamación y mejorar tu energía.

5. Suplementa, si es necesario

A veces, una ayuda extra viene bien: omega-3, vitamina D, magnesio o probióticos. Siempre con supervisión de un profesional.

6. Baja el estrés

Vivir con el cuerpo en alerta constante solo alimenta el problema. Respirar profundo, parar 10 minutos al día, dormir con calma y mantener serenidad también ayuda.

En conclusión...

La relación entre neuroinflamación y obesidad nos obliga a mirar más allá de la superficie. No todo se resuelve comiendo menos o moviéndose más. Cuando hay inflamación en el cerebro, el cuerpo deja de funcionar con fluidez.

Por eso, comprender este vínculo es tan importante. Nos permite dejar de culparnos por lo que no funciona y empezar a enfocar el tratamiento desde un lugar más realista y compasivo. No se trata de rendirse, sino de reconocer que el camino pasa también por cuidar el sistema nervioso, bajar la inflamación y respetar los ritmos del cuerpo.

Si te sientes estancado o frustrado, tal vez no sea una cuestión de fuerza de voluntad, sino de ajustar la estrategia. Acompañar al cuerpo en su proceso de regulación (con paciencia, ciencia y coherencia) es a veces el paso más potente hacia una transformación sostenible.

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