Todos conocemos la repercusión negativa que tiene la obesidad en la salud, pero hoy te voy a hablar de la etapa previa y de cómo pueden desarrollarse patrones perjudiciales en el organismo. La preobesidad es el período que precede a la obesidad; si se detecta a tiempo, podemos adoptar cambios en el estilo de vida que ayuden a prevenir complicaciones de salud.
¿Por qué debes cuidarte y qué herramientas deberías implementar en tu vida antes de llegar a presentar signos de obesidad?
¿QUÉ ES LA PREOBESIDAD?
En los últimos años hemos visto cómo aumentan los casos de obesidad y, con ellos, enfermedades como la diabetes tipo 2, problemas cardiovasculares o trastornos inflamatorios. Lo preocupante es que muchas personas esperan a tener un diagnóstico oficial o una analítica alterada para empezar a cuidarse. Pero la verdad es que los desequilibrios empiezan mucho antes.
La preobesidad se da cuando el índice de masa corporal empieza a subir y el porcentaje de grasa corporal ya está por encima de lo saludable, aunque aún no se diagnostique obesidad. Por ejemplo, un 25% de grasa en hombres o un 32% en mujeres ya debería hacernos prestar atención. También importa la medida de la cintura y otros indicadores. En definitiva, la preobesidad es ese estado en el cual estás perdiendo masa muscular y acumulando grasa abdominal visceral, y esto repercute de manera sistémica en todo tu organismo.
SIGNOS Y PARÁMETROS ALTERADOS
La obesidad no siempre se nota a simple vista. He visto muchas personas que, aunque parecen delgadas, en realidad tienen poca masa muscular y bastante grasa visceral. Quizás tú mismo conoces a alguien que está delgado pero siempre se encuentra cansado, tiene dolores musculares o le cuesta concentrarse. Esto no tiene tanto que ver con el peso como con la composición corporal.
Muchas veces, estas personas tienen la cara afinada y los brazos delgados, pero un abdomen muy abultado. Esto lo veo mucho en consulta. Es ahí donde el cuerpo ya está mandando señales: sube la glucosa en ayunas (a veces más de 110 o 120), se alteran los marcadores de inflamación y se empieza a acumular daño silencioso en tejidos como los vasos sanguíneos o la retina. Incluso pueden aparecer síntomas inesperados, como disfunción eréctil temprana o hígado graso sin haber bebido alcohol.
INFLAMACIÓN, CONSECUENCIAS Y UN CASO REAL
La grasa abdominal no solo ocupa espacio: también genera inflamación en el cuerpo. Produce sustancias como interleucina-6 y TNF-alfa, que están detrás de enfermedades como fibromialgia, fatiga crónica, infecciones persistentes, alteraciones del estado de ánimo y hasta problemas cognitivos.
Para que veas que esto no es solo teoría, te cuento el caso de Esteban. Él llegó a consulta frustrado porque cada vez que intentaba aumentar su actividad física terminaba con contracturas o dolores. No tenía obesidad como tal, pero su composición corporal hablaba por sí sola: poca masa muscular y grasa visceral. Estaba en ese punto crítico donde la inflamación empezaba a jugarle en contra. En estos casos no hablamos de criterios de obesidad, sí de síndrome metabólico, resistencia a la insulina y el período previo a la enfermedad. Todo esto está asociado a la inflamación sistémica crónica de bajo grado y hace que la musculatura tienda a roturas o dificultad para recuperarse. Con pequeños cambios en la dieta, la mejoría del perfil glucémico y de la sensibilidad a la insulina, la reducción de la grasa abdominal visceral repercutió positivamente en el rendimiento y funcionalidad de la masa muscular. En el caso de Esteban la limitación a la hora de practicar ejercicio desapareció casi por completo.
Este tipo de inflamación también afecta al cerebro, alterando neurotransmisores. Por eso, muchas veces tratamos los síntomas con ansiolíticos o corticoides, pero no atendemos la causa de fondo. Mantener el músculo y reducir la grasa visceral tiene un impacto directo en tu sistema nervioso, tu inmunidad y hasta en cómo te enfrentas al estrés diario.
CUIDADOS PARA PREVENIR LA OBESIDAD (ANTES DE QUE SEA TARDE)
Lo importante es la prevención y no esperar a que los signos de obesidad sean evidentes, adoptando una serie de hábitos saludables respecto a la nutrición o el deporte tendremos mucho terreno ganado. Como te he explicado antes, existen señales que pueden alertarnos desde edad temprana y es ahí cuando te recomiendo incluir ciertos hábitos en tu día a día:
-Mantener una dieta normocalórica (con una distribución adecuada de macronutrientes, incorporando carbohidratos principalmente en los días de entrenamiento).
-Deporte regular. Algo tan efectivo como andar (al menos una hora diaria) puede ayudarnos mucho, pero también practicar al menos dos días a la semana algún tipo de entrenamiento de implicación muscular (esto es importante sobre todo a partir de los 40 años).
-Controlar los biorritmos, con un descanso eficiente de al menos siete horas.
-Ayuno intermitente, valora su inclusión para mejorar la salud intestinal.
-Suplementos que te pueden ayudar: magnesio, berberina, aminoácidos en el caso de que seas deportista, adaptógenos, etc.
No tienes que esperar a una analítica alarmante o a sentirte mal para recurrir a rutinas saludables, en todo caso, déjate asesorar por profesionales si es necesario.
EN RESUMEN...
La obesidad no surge de la noche a la mañana. Es un proceso lento, muchas veces silencioso, que comienza con pequeños cambios en tu cuerpo. Si notas que algo no va bien tu energía, tu forma física, tu ánimo no lo dejes pasar. Si piensas que estas pequeñas alteraciones ya están apareciendo en tu organismo, no esperes más tiempo y ponte en marcha aplicando los consejos que te he proporcionado. Si te gustaría agendar un tratamiento con mi equipo haz click aquí