A simple vista, un análisis de sangre puede parecer solo una hoja llena de cifras. Pero para quienes trabajamos en salud integrativa y alto rendimiento, cada parámetro cuenta una historia. Especialmente en deportistas, donde los límites del esfuerzo no siempre coinciden con los del laboratorio. Porque estar “dentro de rango” no siempre es sinónimo de estar bien.
Cada vez veo más personas que entrenan con disciplina, cuidan su alimentación y duermen lo justo... pero no terminan de rendir como deberían. Se sienten estancadas, fatigadas o incluso lesionadas con frecuencia. Y no, no siempre es un problema de motivación o entrenamiento mal planificado. Muchas veces, la clave está en lo que no se ve a simple vista: los biomarcadores.
En mi equipo abordamos la analítica como una herramienta de precisión para detectar desequilibrios antes de que se conviertan en síntomas o lesiones. Es un mapa, no solo una foto. Un mapa que nos permite personalizar pautas, detectar zonas de estrés fisiológico y afinar cada plan de acción, ya sea para mejorar el rendimiento, prevenir recaídas o acelerar la recuperación.
Mirar más allá de la serie roja
En deportistas, es frecuente observar alteraciones en la serie roja (hemoglobina, hematocrito, ferritina...), especialmente en mujeres, corredores de fondo o personas con dietas bajas en carne o hierro hemo. Pero aquí es donde debemos hilar fino. Porque no se trata solo de mirar la ferritina por debajo de 30 o una anemia evidente.
Muchas veces encontramos ferritinas “normales” en apariencia, pero con síntomas claros de déficit funcional: fatiga temprana en entrenamientos, falta de oxigenación, somnolencia tras las comidas o bajo rendimiento cognitivo. Si además hay inflamación o estrés oxidativo, la ferritina puede verse falsamente elevada, enmascarando una carencia real.
Por eso, interpretamos la ferritina junto a la proteína C reactiva ultrasensible, la transferrina, la saturación de hierro y el perfil inflamatorio general. Solo así podemos ver el cuadro completo y decidir si conviene pautar hierro, modificar la dieta o mejorar la absorción intestinal.
Inmunidad, inflamación y sobreentrenamiento
Un deportista puede parecer saludable en reposo, pero si su sistema inmune está constantemente activado o sufre microinflamaciones persistentes, esa “salud aparente” se convierte en un desgaste silencioso.
En estos casos, marcadores como la proteína C reactiva ultrasensible (PCR-us), la interleucina-6, la neopterina o incluso la albúmina nos ofrecen pistas clave. No buscamos que estén a cero, sino en un rango fisiológicamente bajo, propio de un organismo que se adapta bien al estrés y se recupera rápido.
Cuando detectamos una inflamación de bajo grado mantenida, no es raro que coincida con una bajada del rendimiento, una recuperación más lenta o un empeoramiento del sueño. Es el clásico “entreno igual que antes, pero ya no me cunde”. Y ahí es donde podemos actuar antes de que aparezca una lesión o una desconexión emocional con el entrenamiento.
Hormonas, fatiga y resiliencia
Uno de los aspectos más infravalorados en el deporte aficionado (e incluso profesional) es el equilibrio hormonal. No hablamos solo de testosterona o estrógenos, sino del eje completo: cortisol, DHEA, insulina, hormona tiroidea o serotonina.
En deportistas sometidos a mucha carga (física o emocional), es frecuente encontrar un perfil de cortisol alterado: no necesariamente alto, sino más bien plano. Esa curva de cortisol que debería empezar alta por la mañana y bajar por la noche, aparece amortiguada, sin picos ni energía. La persona duerme, pero no descansa. Come bien, pero no rinde. Y muchas veces, esa fatiga tiene raíz hormonal.
Otro parámetro interesante es la DHEA (dehidroepiandrosterona), una hormona que actúa como marcador de resiliencia y capacidad de adaptación. Valores bajos pueden indicar una reserva disminuida ante el estrés, lo cual se traduce en más lesiones, mayor ansiedad y peor recuperación. En consulta, solemos combinar este dato con la percepción subjetiva del paciente, el HRV (variabilidad de la frecuencia cardíaca) y el patrón de descanso.
Intestino, absorción y rendimiento real
Aunque no lo parezca, muchos biomarcadores “anómalos” no se deben a un déficit primario, sino a una mala absorción. Deportistas con buena dieta y buenos hábitos pueden presentar déficits de hierro, vitamina B12, magnesio o zinc por una inflamación intestinal mantenida o una microbiota alterada.
En estos casos, más que suplementar a ciegas, conviene revisar el estado del intestino. ¿Cómo? A través de marcadores como la zonulina, la calprotectina fecal, el IgA secretor o los perfiles de permeabilidad intestinal. Incluso una transaminasa ligeramente elevada o un perfil hepático alterado puede darnos pistas de un sobreesfuerzo digestivo o de un hígado que no está gestionando bien el estrés oxidativo.
Esto es especialmente importante en personas con fatiga postentreno, digestiones lentas o tendencia a la inflamación articular.
¿Y si todo está “bien”?
Uno de los errores más comunes es descartar un problema porque “todo está dentro de rango”. Pero en deportistas (y más aún en mujeres) esos rangos deben leerse con otra mirada. Una hemoglobina en el límite bajo, una TSH en 3,5, un cortisol bajo por la mañana... todo puede ser “normal”, pero también puede explicar perfectamente el cansancio, el estancamiento o los cambios de humor.
Nosotros trabajamos con rangos funcionales, no solo diagnósticos. Ajustamos la interpretación al contexto, el sexo, la carga de entrenamiento, el momento del ciclo menstrual y el objetivo de la persona. No buscamos la perfección analítica, sino la coherencia entre lo que siente el paciente y lo que muestra su bioquímica.
Una visión integrativa para una salud sostenible
La analítica, cuando se interpreta con contexto, se convierte en una aliada poderosa. Nos permite prevenir en lugar de reparar. Y en el caso del deporte, eso marca la diferencia entre avanzar y quedarse atascado.
Por eso, más allá del entrenamiento y la suplementación, integramos la analítica como parte del acompañamiento. Para ajustar el plan a lo que tu cuerpo realmente necesita. Para detectar antes de que duela y para rendir más sin sacrificar salud.