Tradicionalmente, muchas personas han intentado adelgazar con la esperanza de perder peso en poco tiempo. En los últimos años ha surgido una revolución médica y científica que profundiza en el entendimiento de por qué se desarrolla la obesidad, Una parte importante de esta revolución son los fármacos de última generación, aunque son eficaces dependiendo el contexto, deben usarse con control médico para evitar efectos secundarios, ¿estamos ante un verdadero avance terapéutico? ¿qué beneficios y riesgos tienen estos fármacos?
Obesidad: ¿por qué cuesta tanto perder peso?
Perder peso no es solo una cuestión de fuerza de voluntad. Lo repito constantemente en consulta porque todavía hay quienes creen que la obesidad es sinónimo de pereza o dejadez. Personas con comportamientos similares pueden desarrollar o no obesidad debido a procesos fisiológicos, enzimáticos y genéticos; se han identificado factores como la resistencia a la insulina, el funcionamiento del páncreas, la calidad y cantidad de masa muscular, la función mitocondrial y procesos inflamatorios crónicos de bajo grado.
Las investigaciones nos han permitido entender la importancia de estrategias personalizadas. Patrones de alimentación, herramientas como el ayuno, suplementación y el tipo adecuado de ejercicio —aeróbico, anaeróbico, hipertrofia— tienen efectos específicos en el metabolismo. Además, se destaca el rol crucial del sueño y la gestión del estrés. Altos niveles de cortisol y adrenalina afectan negativamente al organismo, dificultando la pérdida de peso y deteriorando la salud. Es fundamental mirar al paciente en su conjunto: su historia, su contexto emocional, su composición corporal, su nivel de estrés, su descanso, su entorno social. Solo entonces podemos entender por qué, en muchos casos, perder peso se vuelve una rampa cuesta arriba y estoy seguro de que alguna vez te has visto en esta situación
La batalla contra la obesidad
Por primera vez se está ganando la batalla contra la obesidad, tanto en Estados Unidos como en Europa están bajando las tasas de obesidad a partir de enfoques integrales, con unidades donde se trabaja con fármacos de última generación, con cirugía, psicólogos, etc. Durante años se pensó que la obesidad era solo un problema de acumular grasa, especialmente en la zona abdominal. Hoy sabemos que es mucho más complejo. Ya no hablamos solo de células grasas (adipocitos) llenas de lípidos, sino de un sistema completo que se ve alterado: desde el páncreas y la insulina, hasta los músculos, las mitocondrias y las emociones.
Lo que quiero que entiendas es que hablamos de un enfoque integral, pero ahora también contamos con fármacos como los péptidos GLP-1 o GIP/GLP-1, que ayudan a regular el apetito, la inflamación y el metabolismo. Todo suma, siempre que se use con criterio, seguimiento y dentro de una estrategia global.
Mi opinión: entre la prudencia y el avance clínico
Cuando aparecieron los primeros fármacos de los que estamos hablando, lo confieso: como médico, fui escéptico y prudente. Había demasiado ruido mediático, demasiado entusiasmo apresurado y una peligrosa tendencia a usarlos como “milagros” para perder peso rápidamente, incluso en personas sin sobrepeso real o sin ningún diagnóstico metabólico. No era raro ver casos de automedicación o compras por internet sin ningún tipo de control clínico. Eso, sencillamente, me parecía alarmante.
Durante el primer año me mantuve en una postura expectante, utilizando estos fármacos solo en algunos casos muy concretos, observando con cuidado los efectos secundarios y el impacto real que tenían en el cuerpo y en la evolución de cada paciente. Con el tiempo, y con la experiencia clínica directa, he ido viendo su verdadero valor: no hacen milagros, pero pueden marcar una gran diferencia si se usan bien.
Estos tratamientos están especialmente indicados en personas con sobrepeso significativo o con patologías asociadas al síndrome metabólico, como la diabetes tipo 2, la inflamación sistémica, la hipertensión o el colesterol alterado. También en quienes han intentado repetidamente planes nutricionales bien estructurados y ejercicio, pero aun así no logran resultados que puedan mantener con el paso del tiempo o sufren efecto rebote.
Lo más interesante es cómo mejoran la adherencia al déficit calórico: al ralentizar el vaciado gástrico y reducir el apetito, muchas personas logran por fin mantener un plan alimentario sin sufrir ansiedad constante. Algunos medicamentos, como la tirzepatida, van más allá, modulando incluso el sistema inmune y favoreciendo la pérdida de grasa de forma más eficiente. Ahora bien, también he visto efectos secundarios cuando no se usan correctamente. Por eso siempre recalco: deben iniciarse con dosis mínimas y ser aumentadas poco a poco por un profesional que conozca bien su manejo.
Y muy importante: si el paciente no cambia su estilo de vida durante el tratamiento, el efecto desaparece al retirar el fármaco. He acompañado a personas que, tras dejar la medicación, recuperan rápidamente el peso perdido porque no han integrado hábitos duraderos, ni han trabajado la parte emocional que a menudo está detrás de los atracones o el descontrol. Para mí, son factores imprescindibles
Por eso defiendo que estos fármacos deben ser coadyuvantes, nunca el centro del tratamiento. Insisto: por muy útiles que sean, no reemplazan la base de un enfoque integral. La ciencia avanza y estas herramientas nos ayudan, pero no sustituyen el trabajo que requiere transformar un metabolismo dañado en un sistema funcional y equilibrado.
Lo que necesitas saber sobre los nuevos fármacos para adelgazar
La aparición de fármacos basados en péptidos agonistas del receptor GLP-1 ha supuesto un cambio radical. Estos medicamentos actúan sobre receptores específicos del cuerpo, simulando la acción de hormonas intestinales que regulan el apetito, el vaciado gástrico y la respuesta a la glucosa. ¿El resultado? mayor saciedad, menor ingesta calórica, mejor control del azúcar en sangre y, en muchos casos, pérdida de peso sostenida.
¿Cómo funcionan estos fármacos?
- Retrasan el vaciado gástrico, haciendo que te sientas lleno más tiempo.
- Actúan sobre el sistema nervioso, reduciendo el impulso de comer.
- Mejoran la función del páncreas, optimizando la liberación de insulina ante los alimentos.
- Disminuyen la inflamación sistémica, clave en el síndrome metabólico.
- Inhiben la neoglucogénesis hepática, ayudando a controlar los niveles de glucosa endógena.
Los fármacos más usados hoy
Agonistas del receptor GLP-1
Imitan al péptido similar al glucagón tipo 1 (GLP-1), favoreciendo la saciedad y el control metabólico.
- Saxenda (liraglutida): Fue uno de los primeros en aprobarse. Útil, aunque con eficacia moderada.
- Ozempic / Wegovy (semaglutida): Mayor potencia. Ayuda a perder hasta un 15 % del peso corporal, muy utilizado.
- Rybelsus (semaglutida oral): Comodidad para algunos perfiles de pacientes.
Agonistas duales GLP-1 + GIP
Acción más amplia. Además de los efectos del GLP-1, mejoran la sensibilidad a la insulina y modulan la inflamación.
- Mounjaro / Zepbound (tirzepatida): Uno de los más prometedores. Resultados superiores en pérdida de peso y mejora del hígado graso, inflamación e insulina.
Precauciones importantes
A pesar de sus beneficios, estos fármacos no están exentos de efectos secundarios:
- Náuseas, reflujo, hinchazón abdominal.
- Hipoglucemias si no se come adecuadamente.
- Riesgo de déficit nutricional si no se acompaña con una alimentación estructurada.
- Posible pérdida de masa muscular si no se entrena fuerza o no se cubren necesidades proteicas.
Además, su uso sin supervisión puede inducir trastornos de la conducta alimentaria, como entrar en déficits calóricos extremos que derivan en amenorrea, alteraciones hormonales o insomnio.
Conclusión
Aunque un fármaco prometa mucho, no debemos perder de vista que la base de cualquier tratamiento que funcione contra la obesidad es un enfoque integral, individualizado y bien guiado. Usar estos medicamentos sin comprender su función real puede llevar a errores graves: dejar de comer, saltarse nutrientes esenciales o el entrenamiento de fuerza, y pensar que adelgazar es solo cuestión de inyectarse algo y esperar. Estos tratamientos deben iniciarse con dosis mínimas, ajustadas por un profesional, y siempre en el marco de una alimentación adecuada, ejercicio, descanso y soporte emocional. Solo así, lograremos que el cambio sea real, sostenible y acompañado de salud.